Simons: La arriesgada apuesta de Dior

Escrito por Mariela Mata
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Desenfreno. Hedonismo. Exuberancia. Las anteriores son palabras que se asocian a la famosa casa de moda parisina, Christian Dior, la cual, hasta marzo del año pasado, era liderada por el diseñador John Galliano. Sin embargo, desde su despedida al ser acusado de antisemita, la casa Dior pasó por un periodo de incertidumbre. Si la personalidad estrambótica de Galiano y su lema “mi rol es seducir” fueron los que impulsaron la ya famosa marca, ¿Qué sucedería ahora? ¿Quién podría ocupar tan codiciada (e intimidante) posición?

En este punto de la historia entra Raf Simons, diseñador belga y la arriesgada elección para sustituir a Galiano. Simons, de educación autodidacta en moda, se había dedicado durante la mayor parte de su carrera a diseñar ropa para hombres, hasta el 2005 cuando debutó su primera línea femenina para Jill Sanders, y nunca antes había incursionado en la alta costura.

La pérdida de Galeano y los antecedentes de Simons crearon tensión sobre la casa Dior, así como un fuerte escepticismo entre los críticos. Todo esto fue olvidado el pasado 2 de julio cuando Simons presentó en París su primera colección para la casa. El anterior desenfreno y exuberancia se transformaron en sencillez y minimalismo, logrando un regreso al Dior de los años cincuenta: clásico, femenino y sobrio.

En el interior de una casa parisina, las paredes de cinco habitaciones fueron tapizadas con flores: delfinios, mimosas y orquídeas blancas, aludiendo al amor que tenía el señor Dior por la jardinería. Este fondo increíblemente teatral dio paso a una colección que honraba y a la vez reinterpretaba los diseños icónicos de esta marca: el talle de avispa, el busto alto y redondeado, los “tweeds” y el dobladillo por encima del tobillo. Simons aportó su visión al incorporar los colores vistosos (fucsia, amarillo intenso y azul eléctrico), la influencia del traje sastre masculino y las cuentas bordadas que semejaban el uso de pieles.

Ante un desfile tan exitoso, finalmente, los críticos fueron sosegados y los ejecutivos de Dior pudieron bajar la guardia: la controversia de Galiano, junto con la incertidumbre que siguió a su partida, fue sustituida por la vanguardia y la modestia de Simons. La casa Dior vuelve a brillar.